Rodando en Vuestro Pipican

La belleza de la vida se encuentre repleta de orín, su desnudez pasa, entre otras cosas por soportar toda clase de mierda.

Decidimos amojonar nuestras vidas con las fronteras. O en los minipipicanes, sus pasos quedaron repletos de vallas.
Ahora aquí metido, lo razonable se encuentra inalcanzable. La justicia pasó por dar vueltas en espacios cortos y cercanos, fue la única vía que nos dejaron, nos separamos de ese aroma a unión de nuestros pasos, acotamos la solidaridad e impedimos que esta danzara con su traje de luces, ese que nos abrigue del frío, y nos haga volar al unísono.

Y llegó ese olor, inevitable encuentro de efímeros pasos con los que día a día tropezamos, aunque en el aire guisaban los mejores potajes. Pero de nuevo esas vallas que impiden nuestros movimientos hasta en los pipicanes más pequeños.

Nuevo giro sobre nosotros mismos.

Recorro tu suelo de lado a lado, y siento no poder soltar las muletas que impiden mi carrera. Pues su caída no haría otra cosa que golpearme de nuevo.
Los cauces surcan la tierra mojada bajo mis pies, pero la acidez de unas conciencias que sólo pensaron en llegar un poco más alto, dejó expresiones de tierras aniquiladas, explotadas y hasta faltas de recursos. Esa fue la globalización de sus corrientes. Ese fue el llanto eterno que no dejó ni gota.

Sácame de aquí, grito ese animalito cuando sus días se podían contar en segundos, lentos pasos entre la vida y la muerte.

Y de nuevo girando sobre nosotros mismos, acotados por la escuela de una vida. Repleta de orín.

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